Al despertar le llevó un par de minutos recordar dónde estaba, las sábanas suaves y el colchón tibio eran atípicos para ella, sintió haber dormido en una nube. Adicional a eso, la habitación estaba en penumbras, así que pensó que aún no amanecía; para su sorpresa el reloj sobre la mesa de noche indicaba que eran las siete cincuenta de la mañana.
Se sentó con mucho esfuerzo, el cansancio aún atenazaba sus músculos y amodorraba su cerebro, estaba a punto de volver a dormirse, no alcanzaba a identificar la última vez que durmió de ese modo: sin pesadillas, ni sueños vívidos; solo una larga y gratificante noche de descanso. No obstante, parecía que su cuerpo necesitaba mucho más de eso, porque le estaba costando obligarse a salir del lecho.
Tras arrastrarse hasta el borde se percató de la rosa sobre la mesilla junto a una jarra de agua fresca y un vaso de cristal. Bebió dos tandas, descubriendo que estaba sedienta. Debajo de la flor encontró una nota escrita a mano, Zeke le indicaba que e