—¡No quiero, suéltame, por favor, suéltame! —Gritaba desesperada, sintiendo unos brazos que la rodean y acarician su cabello, tratando de calmarla.
—Amor, solo era una pesadilla. Respira, muy bien, así te traeré un vaso con agua. Tranquila, por favor.
Ella se quedó ahí, tratando de asimilar que solo era una pesadilla; otra vez, las de siempre, no podía evitarlo. Es que cuando había tormentas o lluvias muy fuertes como de aquella noche, estas aparecían como nube negra en su vida, quitándole la poca paz que tenía.
—Gracias—Respondió en agradecimiento, mientras tomaba un poco de agua junto con la pastilla para los nervios que le había recetado su doctor para ocasiones como esa. Sencillamente, aunque no lo decía en voz alta, sabía que algo no estaba bien. Su psiquiatra decía que solo eran pesadillas que con el tiempo iban a desaparecer, pero ya eran casi tres años desde que empezaron. ¿Cuándo acabaría esa tortura? Se preguntaba cada vez que sucedía.
Al día siguiente.
—Amor, tu maleta ya e