Davian Taleyah
El rugido del teléfono interrumpió el silencio de la sala de reuniones en la manada de Luna. Mi mandíbula se tensó al instante, y lancé una mirada a Darcio que bastaba para advertirle que si esa llamada no era urgente, alguien pagaría las consecuencias. El alfa Marcus, sentado frente a mí, fingió no inmutarse, girando apenas el rostro con fingida indiferencia.
Tomé el aparato sin ocultar el gruñido que ya me subía por la garganta.
—¿Qué pasa? —espeté con voz baja, pero cargada de amenaza.
La voz al otro lado temblaba.
—Alfa Taleyah... Es Julienne. No está en la casa. La hemos buscado por todos lados. Su habitación está vacía. Ella... ella ha desaparecido.
Por un segundo, el mundo pareció detenerse.
Mis pensamientos se disolvieron como niebla. El nombre de Julienne retumbaba dentro de mí como un eco lejano, y una parte de mí… la más salvaje, la más primitiva, comenzó a enloquecer.
Me puse de pie de golpe. La silla cayó hacia atrás con un estrépito que hizo eco en la sala