Los días que siguieron a su noche de confesiones fueron una calma bienvenida. El miércoles por la tarde, Isabel estaba en su despacho, revisando una propuesta con el ceño fruncido, cuando su teléfono vibró con un mensaje de Jared.
Jared: Informe de situación: el comandante está atrapado en una reunión sobre presupuestos que amenaza con absorber su voluntad de vivir. Solicito un rescate moral inmediato.
Isabel soltó una carcajada. Se recostó en su silla, sintiendo cómo la tensión del trabajo se disipaba.
Isabel: El activo ha recibido su S.O.S. Apoyo moral en camino. Resiste, comandante. La cena de esta noche incluye vino y cero charlas sobre presupuestos. Prometido.
Jared: Eres mi salvación. Cuento los minutos.
Esa era su nueva normalidad. Una rutina cómoda y feliz, un tejido de bromas privadas y un apoyo incondicional que se colaba en los resquicios de sus ajetreadas vidas. La comunicación era constante, y la anticipación por su viaje del sábado al pueblo costero era una corriente de a