Isabel salió de la torre de Omnia Corp sintiéndose como si flotara. La euforia de su triunfo era un champán burbujeando en sus venas. Caminó con la cabeza alta por el concurrido vestíbulo y salió a la luz dorada de la tarde.
Llegó al lugar donde había dejado su coche, pero no estaba. En su lugar, ocupando el espacio, había una elegante y reluciente limusina negra. Isabel se detuvo, confundida, buscando su propio vehículo.
El chófer de la limusina, un hombre de uniforme impecable, se bajó y se acercó a ella.
—¿Señorita Isabel? —preguntó con una deferencia exquisita.
—Sí... —respondió ella, todavía desorientada.
El chófer le tendió un sobre grueso de color marfil. Con el corazón latiéndole de repente con un ritmo diferente, Isabel lo tomó y lo abrió. Dentro, una tarjeta con el logo de la empresa de Jared. Y sobre ella, escrita con una letra fuerte y familiar:
"El comandante solicita la presencia de la agente en el cuartel general para una condecoración inmediata. Sube."
Una risa incrédul