336. ACEPTACIÓN DE CLARIS
KIERAN:
Me alejé de Claris para no asustarla. Fui y me senté detrás de mi escritorio. La noche había avanzado, y ella parecía no desear irse. Seguía organizando los libros, aunque hacía mucho que ya estaban bien. Podía sentir que quería preguntarme algo, pero no se atrevía.
La vi caminar despacio, con las manos entrelazadas frente a ella, y detenerse delante del escritorio. Levanté la cabeza para mirar sus hermosos ojos verdes.
—¿Desea algo, señorita Claris? —pregunté sin dejar de observarla. Su presencia y su aroma eran un regalo para mí. La había extrañado durante todos estos años, y ahora tenía que aguantarme.
—Dijo que tenía que estar con usted las veinticuatro horas, así que no sé cuál es mi horario de trabajo —dijo, sin dejar de sostener mi mirada.
—Entiendo —dije, recostándome en mi silla—. Es cierto que la necesito veinticuatro horas porque yo trabajo a cualquier hora. Había pensado darle una habitación en todas mis casas, debido a que también es mi prometida. Y como su he