CLARIS:
Cuando volví a tener conciencia, el silencio era abrumador, casi sofocante. Me tomó solo unos instantes darme cuenta de que mi loba estaba dormida. Aproveché ese momento y probé a tomar el control. Lentamente, abrí los ojos, aún insegura de lo que iba a encontrar.
Al principio, todo fue confuso, pero luego lo vi. Estaba entre las patas de Atka, aunque no era él quien lo controlaba. Los ojos grises de Kieran se fijaron en mí, intensos y penetrantes. Su mirada era indescriptible; ya no estaba ese brillo cálido que conocía tan bien. Solo había un vacío insondable, lleno de duda y un dolor tan profundo que me atravesó. —Kieran —pronuncié su nombre, aunque no me quedó duda en ningún momento de que era él. Aun así, su mirada no se desvió. Sus ojos seguían clavados en los míos y comprend&