C84: No habrá tumba que te libere de mí.
Milord se mostraba con aparente tranquilidad, y aunque Azucena lo observaba con atención, intentando descifrar en su semblante cuál era la verdadera emoción que gobernaba su ser, no lograba deducirlo. No lo veía furioso, sus facciones no mostraban dureza ni reproche, pero tampoco podía asegurarse de que aquella serenidad significara aceptación.
Una punzada de temor la recorrió, pues intuía que quizá él estaba disgustado por lo que ella había intentado hace dos días atrás. La idea de que Milord se sintiera ofendido bastaba para que sus manos comenzaran a temblar y su manera de respirar se tornara irregular. Entonces, con esfuerzo, trató de bajarse de la cama.
—Perdóneme, Alfa… regresaré al establo, allí es donde pertenezco.
Milord no le permitió dar ningún paso, ni siquiera que se levantara. Se acercó hasta ella sin apartar los ojos de su figura, y al llegar a su lado extendió ambas manos, colocándolas sobre sus hombros con un dominio absoluto. La presionó suavemente hacia atrás, obligá