Despierto cuando la luz se filtra por la ventana, no cerré las cortinas anoche, abro los ojos despabilados cuando me doy cuenta de que estoy solo en la cama.
Liesel, no está conmigo, y no hay señales de ella, no se quedó, se marchó y no sé porque eso me deja un sabor un poco amargo.
Desconcertado, voy a la cocina mientras me debato entre llamarla o enviarle un mensaje, sin embargo ¿Qué le diría? todo lo que se me ocurre suena a reproches.
Sería ridículo, el trato es acostarnos y ya. No era su responsabilidad quedarse y hacerme cucharita.
¡Que patético!
Con café en mano, salgo afuera simulando ver el vecindario, claro no es nada raro hacerlo, nótese el sarcasmo, ¡jamás lo había hecho! Apenas y asomo la nariz fuera de casa cuando voy al trabajo o a correr.
No veo actividad en su casa, la moto no está afuera, supongo que está en el garaje, o quizás salió, pero, ¿Dónde?
Es inquietante no saber nada de ella en estos momentos. Preparo mi almuerzo y como, sin quitar la atención hacia mi celu