89. CLÍO. AGRIPADOS

Al terminar, vuelve a atrapar mis labios, besándome salvajemente. Me suelta y sale, cerrando la puerta del baño. Mi corazón salta acelerado, porque a mi memoria viene una situación como esta y me causa terror. Leo no sabe lo que ha provocado en mí, y no en el buen sentido. Me meto en la ducha para darme un baño. Esta vez coloco bien cerrada mi bata y salgo, temerosa. Leo no está en la habitación, por lo que me visto corriendo y salgo hacia la cocina. Me lo encuentro junto a Eugenia y Alan.

—Buenos días —saludo sin mirarlo.

—Buenos días, señora —me responde Eugenia. Alan está tan concentrado en mirar a Leo que ni cuenta se da de que llegué—. Ya veo que también enfermó. Hacen bien en irse para no contagiar al niño ni a su abuela. Anoche no durmió muy bien; le dolía. Por eso le dije que se quedara un poco más en la
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