46. EL ENCUENTRO CON CINTIA

Volvemos a la mesa todos. David y Gloria regresan felices; se ve que están realmente enamorados. Y sin saber por qué, a mi mente vienen Brayan y Edna, mis dos queridos amigos. Y para alejarlos de mi pensamiento, giro la cabeza para observar a Leonard, que trata nerviosamente de coger una oliva de la copa.

—Clío, le estaba diciendo a David —interviene Gloria—, para hacer una comida el domingo, y que vengan tú y Lúa.

—Lo siento mucho, Gloria, pero los fines de semana para mí son sagrados; los tengo dedicados por completo a otra cosa, de la cual no puedo prescindir —me negué de inmediato—. Además, debes saber que mi abuela se rompió la cadera; tengo que cuidarla.

—Pues puede ser día de semana. Leo, tú eres el jefe; lo puedes arreglar. —Se gira hacia Leonard.

—Gloria, que sea el jefe no quiere decir que pueda hacer lo que me dé la gana en mi empresa —responde él, medio en broma, medio en serio.

Era evidente que Leonard había notado mi distracción, algo que no había logrado ocult
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