En el hospital, mis suegros y yo llevamos muchas horas sentados. Estoy junto a ellos, pero no paro de temblar, pararme y comerme las uñas en la sala de espera. Por fin sale el doctor de los niños y se acerca sonriente.
—Todo fue un éxito, Gelsy, tanto tus niños como tu esposo salieron bien. Felicidades —dijo con una gran sonrisa—. Solo debemos esperar a ver cómo reaccionan.—¡Gracias al cielo! —exclamo y me abrazo a mi suegra, que también suspira aliviada—. ¿Cuándo podré verlos, doctor?—Todavía están con anestesia; en un rato los llevarán a su habitación —sigue diciendo el doctor—. Debemos esperar ahora para ver cómo evolucionan. —¿Y Brayan, doctor? —pregunté de nuevo, con la voz temblorosa, todavía sin poder creer que lo que había esperado durante ocho largos a