Ella se levantó de la silla, acercándose para abrazarme con fuerza. Era el único refugio que necesitaba. Entrelazados, supe que regresar a nuestra casa no sería un paso atrás, sino el inicio de un nuevo capítulo.
—¿En verdad te hace tan feliz vivir allá, David? —preguntó con cariño. —Sí, amor, soy realmente feliz —confesé con sinceridad. —Entonces, no se hable más —dijo, llenándome de besos—. Viviremos siempre allá y nos quedaremos en nuestra casa cuando nos coja tarde. Las palabras de Gloria resonaban en mi mente mientras la sostenía entre mis brazos. Lo enfrentaremos juntos. A su lado, la idea de regresar no me pesaba; en cambio, me iluminaba. Y en ese abrazo supe que, aunque el camino estuviera lleno de retos e intrigas, siempre encontraríamos la forma de superarlo. Porque n