En la entrada de la mansión, los padres de Saúl recibieron a la novia y a sus padres. Luego del protocolario intercambio de saludos, Ángel de las Casas informó en un tono calmado:
—Diana, Raúl, querida Soledad, antes de entrar tengo algo que informar.
Su tono, entre grave y apenado, dio esperanza a la novia.
—Usted dirá —respondió Soledad.
—Es una pena, de verdad no quería que las cosas se dieran así, seguramente se sientan defraudados, pero hay cosas que no dependen de nosotros —respondió Ángel, tartamudeando.
—Por favor, ve al grano, los invitados esperan —dijo Diana, mostrando su molestia en el tono de voz.
—Perdón, no sé por dónde empezar —se excusó Ángel.
—Mi hijo no se encuentra hoy aquí, tuvo que salir del país —dijo Graciela sin el más mínimo gesto de consideración o remordimiento.
—¡¿Qué?! —preguntaron los tres con una sincronización que atrajo las miradas de los invitados que entraban.
—Pero todo está solucionado, de hecho, el mejor amigo de mi hijo está esperando adentro pa