La mansión es tuya

Soledad sonrió y, luego de una leve venia, bebió de un sorbo el champán. Graciela miró a Soledad con los ojos al borde de las lágrimas. Se acercó, tomándole la mano, y le dijo en un tono apenas perceptible:

—La felicidad se construye con sacrificio, debes tener paciencia con mi hijo.

—Sé lo que tengo que hacer, no necesita recordarme nada —respondió Soledad, sabiendo que la empresa de su amiga estaba bajo amenazas y de su matrimonio dependía que no cayera en la ruina.

—Aún eres muy joven, luego ya me entenderás —respondió Graciela, intentando mermar la tensión del momento. Al darse cuenta de que la observaban, hizo un intento por sonreír.

A una prudente distancia, Diana, Selena y Sandra seguían los movimientos de Soledad. El celular de Sandra empezó a sonar. Contestó alegremente, dejando claro a los que estaban cerca que la persona que llamaba era Saúl. Luego de hablar por un momento, se dirigió a Soledad, con una hipócrita sonrisa le extendió el teléfono celular, ella lo colocó en su
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