Esa noche, Soledad, con su mirada tierna y la voz más dulce que nunca, apenas llegamos a la mansión, extendió su mano con la cartera y el celular que le regalé.—Guarda esto por mí, esta noche se cumplirá tu sueño, después de todo, hoy es tu cumpleaños. No pienso abandonarte esta vez, te lo prometo.La noté con una inusual tranquilidad y acepté gustoso su propuesta. Al terminar la fiesta, ella, por fin después de cinco años de relación, sería mía. Con su cálida sonrisa me insinuó que fuera a atender a mis invitados; me sentí complacido y me retiré.Desde niño he vivido como un pequeño rey: yo decido a quién mantener dentro de mi círculo y a quién despedir. Cuento con dinero y prestigio, aduladores y cazafortunas; son cosas de las que nunca prescindí, crecí con ellas. Mi nombre es sinónimo de terror, poder, libertad y felicidad; la mía, claro está. Tengo amigos leales y amigos de oficio que me cambiarían por un pollo si pudieran; sé perfectamente quién es quién, eso es lo que me pe
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