Mundo ficciónIniciar sesiónEl jardín de la mansión Montes estaba sumido en la oscuridad cuando Camila finalmente encontró un lugar donde sus piernas dejaron de sostenerla. Se derrumbó en uno de los bancos de hierro forjado, rodeada por rosales que no florecerían hasta la primavera.
Allí, lejos de ojos que pudieran juzgarla, lejos del hombre que acababa de destruir cualquier ilusión que pudiera haber albergado, las lágrimas finalmente llegaron.
No eran sollozos dramáticos ni gritos de agonía. Eran lágrimas silenciosas que caían como lluvia constante, lavando algo dentro de ella que necesitaba morir para que algo nuevo pudiera nacer.
—¿Señora?
La voz de Marcus la hizo levantar







