Mundo ficciónIniciar sesiónLa guerra comenzó a las seis de la mañana.
Camila despertó al sonido de su teléfono explotando con alertas—docenas, luego cientos. Para cuando alcanzó el dispositivo, las notificaciones eran tan rápidas que la pantalla era ilegible.
Samuel había liberado todo.
No gradualmente. No estratégicamente. Todo a la vez, en avalancha coordinada diseñada para ser tan abrumadora que nadie pudiera procesarla antes de que daño fuera hecho.
Emails supuestamente mostrando décadas de irregularidades. Grabaciones de audio—claramente manipuladas pero convincentemente editadas—de conversaciones que nunca sucedieron. Documentos financieros sugiriendo lavado de dinero, evasión fiscal, sobornos a funcionarios gubernamentales. Y declaraciones juradas de "ex-empleados"—ninguno de los cuales Camila reconoció—alegando ambiente de trabajo tóxico, acoso, discriminación sistemática.
Era brillante en su exhaustividad. Porque incluso si cada pieza individual fuera desacreditada







