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El hospital estaba silencioso cuando Camila regresó, esa quietud antinatural de lugares médicos tarde en la noche donde cada sonido parece amplificado. Marcus la escoltó hasta la puerta de la habitación de Alejandro, entonces se retiró discretamente, dándole espacio pero permaneciendo lo suficientemente cerca para responder si lo necesitaba.

Alejandro estaba despierto, mirando su laptop con intensidad que sugería que no había descansado nada desde que se fue. Cuando la vio entrar, cerró el dispositivo inmediatamente.

—¿Y bien?

Camila se sentó pesadamente en la silla ahora familiar junto a su cama, repentinamente exhausta hasta los huesos.

—Samuel dice que le roba

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