POV Valeria

Pasaron dos días en los que mi cuerpo parecía rebelarse contra mí. Los mareos eran cada vez más constantes, los dolores de cabeza insoportables, y por más que intentara convencerme de que todo era producto del estrés, en el fondo sabía que había algo distinto, algo que no podía ignorar.

Me miraba al espejo cada mañana y apenas me reconocía. La piel pálida, los labios resecos, las ojeras hundidas. Yo, que siempre había cuidado mi imagen, me veía derrotada, como si las batallas que librábamos por fuera hubieran dejado una huella imborrable en mi interior.

Cinthia fue la primera en decirlo en voz alta. Esa mañana entró a mi oficina con un café en las manos y me miró con el ceño fruncido.

—Valeria, estás muy mal. —Dejó la taza frente a mí y se cruzó de brazos—. Ya no es normal.

—Es el trabajo, el estrés… —intenté excusarme, pero ella negó con la cabeza.

—No. Esto es más que estrés. Te voy a sacar una cita para esta tarde en la clínica.

—No quiero molestar… —dije débilmente, au