La cocinera Preta había subido a buscar a los niños para que bajaran a desayunar, ellos aceptaron, los mafiosos no podían llegar ahí por que ambos estaban convalecientes, se les llevaban los alimentos a su habitación
Romina ya estaba despierta, apenas había podido dormir un par de horas, el mafioso estaba ojeroso como un mapache, apenas podía soportar la ausencia de sus hijos y el no poder levantarse de la cama lo frustraba demasiado
— Cariño, he traído tu desayuno, apenas y has querido tomar agua, no es bueno que te mal pases así
— No tengo apetito, no me entra la comida, lo siento querida, pero no puedo pasar bocado — el hombre se negó a comer
— Nathaniel, estás en cama, recién apenas unos días acabas de tener una cirugía donde perdiste mucha sangre, te ves muy desmejorado, necesitas alimentarte
— ¿Me estás regañando? ¿a mí?
— Sí, a tí, tienes que comer, si no te recuperas físicamente, ¿cómo vas a poder pensar en la mejor forma de traer a los niños de regreso? ¿cómo te vas a levant