CAPÍTULO 3

EMMA.

Estaba en la camilla de urgencia a eso de las nueve de la noche, había pasado literalmente por un lavado uterino, ya que había tenido un aborto espontáneo, y sequé una lágrima de mi ojo, cuando la puerta de la habitación se abrió.

—Emma… —John estaba allí de pie con la camisa salida de sus pantalones, y dejando la chaqueta encima del sofá, caminó hacia mí—. No había podido atender porque… hubo mucho trabajo… sabes cómo es. Yo… El bebé…

—Ya no hay bebé… —dije mecánicamente, y él quitó la mirada.

—Emma… solo sé que las cosas pasan por una razón. Este bebé… no…, no estaba destinado a nacer.

Sus palabras solo abrieron mis heridas, y la ira se intercaló con la tristeza.

Me senté de golpe.

—¿Qué dices? ¡Si no te hubiese descubierto con tú secretara, siéndome infiel, y si no me hubieses empujado…!

—¿Qué? —su voz dura me detuvo—. ¿Me estás echando la culpa? ¡Emma, todos en la vida tenemos un desliz! Sí, no debí hacerlo, ¿ok? ¡Pero m*****a sea!, has estado insoportable… tu padre tiene 3 años de muerto y no lo superas, lloras, te quejas… ¡esto es agotador, Emma!

Mis ojos parpadearon con dificultad mientras me ahogaba con mi propia saliva.

Era demasiado, esto era demasiado.

—¿Sabes qué? ¡Eres una canalla! Nunca vuelvas a mencionar a mi padre, nunca más…

—¡Ay por favor! Ambos sabemos que no era un santo, la vida te devuelve las cosas y…

No pude evitarlo. Tuve que abofetearlo duramente, pero no vi venir la continuación de mi acto.

Mi mejilla también fue abofeteada por él, e incluso me dejó pegada a la cama, y no me atreví a levantar la mirada.

Había perdido a mi bebé, a esta personita que deseé cada día por tres años consecutivos. Cuando miraba las tiras de embarazo negativas y me decepcionaba porque no pudo ser. Había perdido la luz de mi esperanza y por lo que me había levantado cada mañana con más fuerza. Por lo que lo intentaba una vez más con John…

 Tampoco superaba la muerte del único hombre que me había protegido incluso de mi madre, y este hombre al que le había entregado todo de mí, incluida mi dignidad, me ahogaba con su traición, su engaño, y, sobre todo, su burla.

Cuando giré la cara, John ya no estaba, y me permití llorar todo lo que pude, porque de ahora en adelante, no volvería a hacerlo.

Ni por él, ni por ningún otro hombre…

***

La mañana siguiente me dieron de alta, y la doctora me indicó que debía tener reposo como si yo hubiese tenido un bebé.

No escuché sus palabras, porque lo que menos iba a hacer, era encerrarme en mi casa y seguir llorando por mi miserable situación a pesar de que era lo que quería prácticamente.

Llegué a mi casa, me metí nuevamente a la ducha y sin poder evitar, grité mientras el agua bañaba mi cuerpo. No pude más en el momento cuando me dolió la garganta y cerré llave solo para acurrucarme un tiempo hasta que me dolieron los ojos.

Preparé un desayuno básico porque mi estómago ya estaba resentido.

No había muestras de John por ninguna parte, pero antes de incluso ir a vestirme para el trabajo, pude notar la cinta de embarazo que estaba en la encimera de la cocina.

Se hizo un puchero en mi cara y sollocé de nuevo, tal vez nunca superaría esto, y me culparía de que ni siquiera pude ver su rostro alguna vez.

Me puse frente al espejo, y de alguna forma escuché las palabras de Jazmín en mi mente.

Había pasado mucho tiempo sin ir a una peluquería, o arreglarme las uñas. No recordaba cuando fue la última vez que compré ropa, o que incluso John me regalara algo significativo.

Y por supuesto, no se trataba de lo material, pero esto resumía muchas cosas.

Me coloqué uno de los uniformes de la empresa, me hice una coleta pegada a la nuca, y no me esmeré en maquillarme para salir, ya que estaba sobre la hora.

Y para cuando llegué a la oficina, había un revuelo en la planta. Todos hablando al mismo tiempo, así que caminé hasta el escritorio de Ana.

—Hola… —ella levantó la cabeza y su expresión cambió al notarme frente a ella.

—Hola… ¿estás bien? —asentí, aunque sabía que tenía los ojos hinchados y rojos.

—Sí… ¿Sabes qué ocurre? —ella afirmó.

—Todos hablan de la convocatoria. Los jefes, jefes de jefes… y de jefes…

Sonreí un poco.

—Lo he entendido, los grandes jefes.

—Eso es. Ellos han hecho una convocatoria virtual, y aunque el tope de envío es hoy antes de las 5:00 pm, ya han elegido a unos cuantos para que se presenten esta tarde.

Parpadeé varias veces y recordé que nunca envié mi informe.

—¡Oh!, ya veo… no me dio tiempo de enviarlo. De hecho, he tenido unas complicaciones…

Pero la sonrisa en el rostro de Ana, me frenó.

—Siento inmiscuirme, pero dejaste todo abierto ayer en tu computador. Debes tener más cuidado.

—¿Lo cerraste? Muchas gracias…

—Vi que tenías para enviar, y lo hice… lo siento.

Aspiré el aire, y asentí. No sé si estaba enojada o agradecida, pero con el desorden de mis hormonas no sabía a ciencia cierta ni quien era yo.

—Gracias… —le sonreí y me fue al escritorio sabiendo que tenía miles de cosas atrasadas, y antes de que pudiera teclear la primera letra, el teléfono a mi lado, sonó de inmediato.

—Empresas Musk Inc., área de tecnología, ¿en qué puedo servirle…?

—Emma… —reconocí su voz de inmediato—. Me quedé donde mamá.

Apreté mis dientes.

—Como sea, debo volver al trabajo…

—Ven a mi despacho, ahora… —y me colgó.

Cerré mis ojos y los apreté, y caminé solo porque sabía que tenía una conversación pendiente, a pesar de que estábamos en el horario de trabajo.

Llegué a su piso solo para ignorar a Jazmín cuando llegué a la recepción, y sin llamar a la puerta, la abrí y cerré notando que él estaba sentando en su silla.

—¿Qué pasa ahora?

John dejó su computadora, y se levantó.

—Siento lo de ayer… —me giré cuando quiso tocar mi mejilla—. Me llevaste al límite…

Su descaro sobrepasaba mi entendimiento, pero tampoco podía hacer un escándalo en su oficina.

Tal vez lo mejor era dejar este trabajo y buscar otros horizontes.

Porque a pesar de que una vez había imaginado un para siempre con John, no podía ser tan ciega y dejar que este matrimonio continuara.

Tal vez con ese bebé me hubiese tragado mi orgullo y dignidad por darle un padre y una familia a mi hijo, pero nada de eso quedaba ya.

—Escucha… podemos intentar arreglar las cosas…

¿Qué? Casi se me salen los ojos con su comentario.

—No hay nada que arreglar aquí. No puedes deshacer un golpe, o la pérdida de mi hijo. En todo caso, tampoco puedes borrar de mi memoria tu acto de infidelidad con esta mujer que sigue sentada allí afuera, o las veces que imaginaré que me engañaron. ¿Soy una broma para ti acaso?

Y John pareció perdido.

—¿Y qué estás pensando? Debemos solucionarlo…

—Por supuesto, quiero el divorcio…

Pero en vez de asombrarse más, él se rio.

—Por favor, Emma… eso no sucederá.

Y estaba a punto de refutar su comentario cuando el teléfono de su oficina resonó interrumpiéndonos.

John fue raídamente a atenderlo mientras su frente se arrugó.

—Si señor, es mi área… si… ¿Cómo? Si… ella… pero… señor, espere…

Él se quedó con el teléfono en la mano y lo miró por largo rato hasta que lo colgó con fuerza como si se hubiese enfadado.

Y cuando se giró hacia mí, pude ver su rojez en los ojos.

—¿Has solicitado algún aumento? —mi ceño se frunció y negué.

—No…

—¿Por qué quería el jefe de recursos humanos verte?

—¿A mí? —pregunté extrañada.

—Sí, a ti… dijeron Emma Johnson y esa eres tú…

Mi nombre de soltera estaba en estos papeles, en este año de trabajo, nadie sabía que John era mi esposo, a excepción de su secretaria por supuesto y una que otra persona, pero las identificaciones que habíamos dado, se habían hecho así para que pudieran contratarnos a ambos, sin que hubiese un problema en la hora de las relaciones dentro de la empresa.

No tenía idea de cuál era el asunto, y aunque John quería seguir la conversación por un rato más, se vio obligado a dejarme ir, porque este hombre de recursos humanos me solicitaba en el piso 20 cuanto antes.

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