CAPÍTULO 4

EMMA.

Arreglé mi uniforme viejo y miré mis zapatos de tacón. Después de esto necesitaba un cambio porque ahora de cierta forma estaba viendo otra realidad, y no me gustaba para nada.

Volví a hacer mi coleta y escuché el tintineo del ascensor, para bajarme en el piso que había marcado.

—Soy Emma Johnson… me han solicitado.

—Claro… —la chica me pidió un minuto y luego descolgó su teléfono—. ¿Puedes esperar cinco minutos? El señor Smith la atenderá en un momento.

—Por supuesto… —me sentí en una de las sillas que había en la sala de espera, y luego admiré todo el piso.

Parecía que a medida que se subía todo era más elegante, y aunque no planeaba ver las revistas, no pude evitar tomar una cuando vi alguna propaganda de Musk Inc. en la portada.

Allí se hablaba de innovaciones tecnológicas grandes, y el desarrollo millonario que la empresa había tenido en los últimos años. También se hablaba de un director general, y un jefe absoluto que era la mente brillante del asunto.

Estaba por leer una cierta entrevista cuando la recepcionista dijo mi nombre.

—Señorita Johnson… el señor Smith la espera…

Dejé la revista en el puesto y luego seguí la indicación que la mujer me dio de la oficina. No fue difícil encontrarla al ver el nombre de este allí en la puerta, y planchando mi falda, me apresuré en tocar suavemente.

—Buenos días… —me anuncié, a lo que la silla del hombre se giró.

Este era un hombre robusto de unos 45 años, con algunas canas en la sien, y que me indicó que me sentara.

—Por favor…, rellene esto… —y me sentí perdida cuando me pasó una tableta digital donde debía rellenar algunos cuadros.

—Disculpe… estoy algo perdida. Yo…

—¿Ha llenado la solicitud, no es así? —parpadeé varias veces. No solía ser tonta, ni lenta, de hecho, era hábil en mis respuestas.

Pero debido a todo lo que había pasado, sentía que mil años habían caído en mis hombros.

Entonces sacudí la cabeza, y luego asentí.

—Claro… aquel formulario…

—No… no. No sé si leyó bien, pero el jefe… hablo del jefe Musk, ha pasado una encuesta general para descubrir ciertos talentos en nuestra empresa. Usted ha rellenado todo esto, además de ofrecer cierta parte de su trabajo en el mostrador. No entiendo ahora por qué con su máster en economía, tendría porque estar trabajado como asistente de… —él se detuvo por un momento—. ¿Su jefe como es que se llama? —Carraspeé.

—El señor John Green…

—Si… bueno, mañana por la mañana volverán a filtrarlos, así que esta noche debe presentarse a este evento…

Todo estaba sacado de forma cuando me dio una tarjeta y pidió mi número telefónico para enviarme la ubicación.

—A su correó le enviaré el recorrido virtual. Como usted, hay varias personas de diferentes áreas, traté de leer las propuestas y enfóquese en su área para poder contribuir con el proyecto… y no debe volver a su trabajo desde ahora. Lo importante es que se prepare para esta noche, porque el jefe va a velocidad de rayo… tal vez tenga suerte.

El hombre incluso se levantó de la silla, lo que me hizo obligarme a ponerme de pie también.

—Bien es todo…

—Ammm… ¿señor?, este evento, ¿Qué debo llevar? Quiero decir, ¿este uniforme estaría bien?

Y su sonrisa casi me avergonzó.

—No creo conveniente el uniforme, pero tampoco debo decirle cómo debe ir. Al menos debe estar presentable, el señor Musk es casi irritante cuando se trata del aspecto de alguien.

Pasé un trago duro y luego asentí.

—Gracias.

Salí del piso casi corriendo, y me recosté en la pared del ascensor con total impresión de estos minutos.

No sabía en qué embrollo me había metido, pero en este instante fue como si papá me dijera que esta era mi oportunidad.

No fui al piso de John, además había sido una orden volver a casa y prepararme para esta noche.

Y no decía prepararme en mi aspecto, aunque claro, eso era parte, sino en la propuesta que debía revisar en mi buscador una vez estuviera en casa.

Tomé mi bolso sobre mi escritorio, le comenté algo a Ana, y luego bajé enviando un mensaje a John para posponer nuestra charla.

El divorcio sería inminente, pero también necesitaba un tiempo para pensar en el asunto, y recurrir a las mejores palabras.

Bajé hasta la planta donde había guardado mi auto, que era de segunda, y me quedé de piedra cuando un hombre en sudadera, que parecía venir de correr y hacer ejercicio, le daba con el pie a una llanta de su auto.

—¡Perfecto…! —Masculló a mitad del estacionamiento subterráneo, y supe que esto obstaculizaría mi salida.

¡Bendito Dios!

Caminé y abrí mi auto, pero en vista de que él solo hablaba por teléfono desde lo lejos, decidí bajarme.

A medida que me fui acercando noté su gran altura. Sus cejas algo rubias junto a su cabello castaño alborotado por el ejercicio me decían que quizás estaba de visita en este edificio.

Sin embargo, cuando estuve casi de pie frente a él, descubrí su mirada casi gélida, y algo en mí se estremeció como nunca.

Este era ese tipo de hombre que rayaba la fantasía de la realidad. Entre perfecto y temerario a la vez, entre inalcanzable y deseable a la vez.

—¿Qué pasa? —su pregunta estuvo cargada de fastidio y parpadeé para sostener su mirada, porque por un momento me había quedo privada.

—Señor… obstaculiza el paso… y yo debo irme enseguida.

—Tendrá que tomar un taxi, tardaré en cambiar la llanta.

Noté sus manos llenas de un poco de grasa y alcé la ceja ante su descaro y solté un bufido corto.

—Escuche, eso no sucederá… trate de guiar su auto hacia un lado, al menos.

El hombre se cruzó de brazos haciendo notar su anatomía construida, y luego se echó su cabello castaño hacia atrás, recostándose en el auto, que hasta ahora no había notado, era un modelo carísimo.

—Tome un taxi… ya se lo dije…

Y parpadeé rápido.

Ya era suficiente.

—Escuche… no le dificulte la vida a la gente… solo mueva su auto, porque en definitiva si usted no lo hace, lo haré yo… ¡estoy cansada! ¿Me escucha? Cansada de la gente oportunista y cara dura, y si no quiere conocerme realmente, ¡mueva su auto!

El hombre me quedó mirándome detenidamente, y luego pasó algo demasiado extraño, pero a la vez inquietante.

Su mirada se bajó descaradamente por todo mi cuerpo, y luego volvió a mi boca abierta y agitada.

Se me hizo un nudo en el estómago ante lo que este hombre extraño me hizo sentir, fue como si su mirada me desnudara y me apretara la piel enseguida, pero de inmediato, él tomó su teléfono, y ordenó algo a lo que no le preste atención.

El hombre rondaba al menos sus 30 y tantos años, pero cuando habló rápido, solo fruncí mi ceño, porque sentí como si lo conocía de alguna parte.

—Afuera le espera un taxi de la empresa… vaya… —hablaba como si todo el mundo tuviera que seguir sus órdenes y achiqué mis ojos. Definitivamente, no podía perder más tiempo, pero no podía dejarme mangonear porque sí.

—¿Pertenece a esta empresa? ¿Trabaja aquí?

—Algo así… vengo de vez en cuando…

Negué.

—Bien… pues en cuanto pueda daré la queja, usted no sabe quién soy… ¿Me escucha? Yo iré a esta convención esta noche, y la orden del señor Smith es que me vaya a casa a prepararme… ¿Sabe quién es el señor Smith, acaso? —y él sonrió.

—He odio escuchar de él, sí.

—Pues le diré esto mañana por la mañana… ¿Cuál es su nombre?

Él apreció dudar por un momento, y rascándose la mejilla burlándose de mí, lo pronunció.

—Noah… ¿Y usted?

La pronunciación de su nombre me acusó un escalofrío estremecedor. Su voz aterciopelada es como si hiciera una invitación oscura, y no pude sino soltar el aire en el momento en que me sentí ahogada.

No respondí a su pregunta, fui al auto a tomar mi bolso, y luego negué frustrada.

—Mañana… ¿Me escucha? ¡Mañana el señor Smith sabrá esto!

Caminé por el sótano hasta salir de ese edificio, y en cuanto vi a ese auto de taxi esperándome en la entrada, me metí en él para respirar ante mí tanta agitación.

Había escuchado esa voz, pero ¿Dónde?

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