CAPÍTULO 2

EMMA.

Sentí las lágrimas calientes cuando permanecí ovillada en mi cama, y luego miré la hora en el reloj de la encimera.

Marcaban las 12:30 am, y John no había llegado a la casa.

Tenía algunas llamadas perdidas de Estela, mi madre. Pero era la única persona con la que no hablaría por nada del mundo, y menos para compartirle mi desgracia, de la cual ella se complacería.

Volví a hacer un gesto de desagrado cuando el dolor invadió mi vientre de nuevo, y si seguía así a la mañana siguiente me tocaría pedir una cita con el médico para saber si este golpe me había afectado en algo.

Y esperaba que no, rogaba que no, porque, aunque ahora tenía un dolor inmenso por la traición de John, sentía que este bebé era la cura para todos mis males.

Me giré fastidiada hacia el otro lado, y luego pensé en mi padre.

¿Qué pasaría si estuviera vivo? ¿Si ese día no hubiese salido de repente y hubiese sido arrollado por un conductor ebrio?

Lo extrañaba muchísimo, y daría todo, incluso mi matrimonio con John, por tenerlo de vuelta conmigo.

*

Al día siguiente me levanté con el lado de la cama vacía, y sin preparar un desayuno, me tomé un baño con la misma molestia en mi vientre.

Coloqué el mano libre de mi teléfono en el auto, y luego marqué a una clínica cercana para ver si podía atenderme en el horario del almuerzo.

No fue difícil planificar una cita antes de que entrara a mi horario laborar, y cuando me metí en el ascensor para marcar el piso 13, una mano detuvo que las puertas se cerraran.

Tuve que echarme hacia atrás cuando un hombre alto, corpulento, y bañado en perfume que se me metió por mis fosas nasales entró de repente, pero no pude ver su cara porque inmediatamente me dio la espalda.

No me esforcé por hundir mi botón cuando él pulsó el último piso del tablero que decía “49” y luego me di cuenta de que estaba hablando por teléfono.

—Los despediré de todas formas… esta es la segunda vez a la semana que este asesor “especial” está inhabilitado… tendré que subir el siguiente piso por las escaleras…

Me pegué a la pared de ascensor y pasé un trago. Su perfume incluso era demasiado para saber que costaba una millonada, y la ropa cara que lo arropaba, emanaba su riqueza.

Nunca lo había visto aquí en la empresa, de hecho, ni siquiera sabía quiénes eran los dueños principales de este edificio.

—No asistiré, no insistas… no puedo perder el tiempo.

Su voz sonaba gruesa, y aunque describía su autoridad, de cierta forma también era serena.

No sé en qué momento el ascensor se detuvo, pero cuando las puertas se abrieron, noté otro mundo aquí arriba del que ni me pude imaginar.

El hombre no entró a la planta, pero si todos se giraron para verlo ir a la escalera de emergencia y desaparecer por esa puerta. Y en cuanto noté las miradas en mí, me apresuré en pulsar el número 13.

Y de vuelta abajo.

Cuando llegué a mi pequeño sitio de trabajo envié un mensaje a John diciéndole que teníamos que hablar, y luego me metí en el trabajo, perdiendo la noción del tiempo cuando en el correo que envió Musk Inc., había un enunciado disponible para todos los empleados.

Al principio parecía una notificación, pero luego leyendo con profundidad parecía un tipo de encuesta que los empleados debían llenar, adjuntando sus referencias, estudios, y una idea con gráficos que aportaran para la empresa.

Sabía que debía entregar las carpetas del día, sin embargo, me interesó la notificación y me dediqué toda la mañana a ello para despejar mi mente.

El plazo de rellenar esta lámina y enviarla, era hasta mañana a las cinco de la tarde, tenía mi hoja de vida guardada en mis archivos de nube, pero antes de que hundiera el clip para adjuntar mi máster, desistí al ver la hora, y me apresuré por salir del edificio para ir directo al médico.

Cuando me pasaron al consultorio, intercambié unas palabras con la doctora, y luego ella hizo un silencio largo para quitarse los guantes en un momento.

—Emma… estás en una situación muy delicada… efectivamente sí estás embarazada, pero el embrión que es muy diminuto, casi no se mueve… creo que debemos esperar, y deberías tomarte la tarde libre. Descansar es lo mejor en estos casos.

Lloré mucho ante la noticia, lo que menos quería era perder a mi bebé, pero llamé a la oficina para notificar el asunto, y luego le marqué a John diciéndole que debía ir urgente a la casa.

Tuve que conducir de camino a casa, y al llegar y ver la casa vacía, solo desanimó más mi alma.

Fue después de unas horas cuando estaba a punto de llamarlo de nuevo, desesperada por hablar con él para obtener respuestas, y de cierta forma compartir esta tristeza que sentía, cuando un fuerte dolor en el vientre me hizo doblar el cuerpo.

Rápidamente, corrí al baño, sentía las piernas resbaladizas y húmedas, y metí mis dedos, para que mis ojos se agrandaran al ver la sangre en mis manos y en la tela de mis pantis.

Y no era posible. La vida no podía ser tan desgraciada para ensañarse con una sola persona a la vez.

No perdería a mi bebé, no podía…

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