—¡Eres tú, Alexander!— Valentino no lo puede creer.
—Así es— lo acepta. —Soy yo, querido padre.
—Hijo... ¿me has vendido?
—Por dinero no, pero por la libertad de mi familia sí. Y ya que estamos en un momento muy importante, te diré unas cosas. Toda la familia Di Napoli te detesta, te odiamos y siempre habíamos deseado tu muerte. Teníamos todo planeado para acabar contigo, pero una cosa es nuestros planes y otra, los planes del destino. Ahora que mueras, todos vamos a ser libres de una escoria de m****a como tú.
—¡Soy tu padre!
—¡No lo eres! Un padre de verdad no hace daño, y con más razón todo el daño que le hiciste a nuestra madre y que has traicionado a Leonardo porque te acostaste con Francesca, quien resultó siendo la aliada de Conti. Eres un miserable y te odio. No sabes cuánto te odio, Valentino, y cuánto deseaba este momento.
—¡Si me vas a matar, hazlo mirándome a los ojos, cobarde!
—No me interesa, pues tu muerte no está en mis manos. Alguien más lo va a disfrutar