—Doctor... —lo menciona Lucifero y el pobre doctor está bien asustado. Sabe que si ese escolta llega a entrar al baño y ve al otro inconsciente, los podría matar, y el pobre no quiere morir.
—¿Qué necesita, señor?
—Tengo sed, podría regalarme un poco de agua, por favor. Además, quiero ir al baño.
—¿Qué? ¿Acaso el gran Lucifero no puede levantarse solo? —se burla el escolta de Valentino.
—Agradece que estoy en este estado, porque si no, de ti no quedaría nada —dijo mientras el doctor lo ayuda a levantarse—. Acércame a Leonardo, por favor... Quiero verlo de cerca.
—¿Le darás un beso? —el escolta ríe a carcajadas y Lucifero tensa su mandíbula. Sabe que ese hombre lo que quiere es provocarlo.
—Por lo menos tengo un jefe que me valora, no como el tuyo, que en el momento en que no le sirvas más te matará, así como hizo con tu compañero. Así que yo, siendo tú, no canto victoria y tampoco me sentiría superior a los demás, porque siempre habrá alguien mejor que tú.
—Lo que pasa es