Horas más tarde, envuelta en un chal, Agatha admiró la vista con una copa de vino en la mano mientras su amante gritaba atronador a cualquiera que se atreviera a confrontarlo por teléfono.
Tenía la impresión de estar en una especie de abismo gigante, sentía que su destino ya no le pertenecía.
- ¿Agatha?
Cuando sus manos presionaron sus hombros, saltó abruptamente.
- ¿Te asusté?
Ella se volvió, con la insinuación de una sonrisa forzada. Aún tan impenetrable, cargado de secretos, le tomó la barbilla.
- No ... Estaba perdida en mis pensamientos.
La miró fijamente como si tratara de adivinar sus pensamientos.
- Será mejor que te vayas a casa, necesito hablar contigo.
Alarmada por su tono áspero y autoritario, Agatha se estremeció antes de cómo se desarrollaría esta conversación.
Cerró la ventana salediza en silencio, con el ceño fruncido.
Para animarse, se envolvió en el chal.
¿- Entonces? Ella se sobresaltó nerviosa, ¿sabes si es un accidente?
- Este acto fue premeditado, el dispositivo