El beso solo terminó cuando la respiración de ambos se volvió entrecortada. Zoe apoyó la frente en la de él, jadeante, y Arthur susurró con la voz ronca:
—Cuánto extrañaba esto…
Ella sonrió, aún emocionada.
—Yo también.
Él le robó otro beso rápido, aunque intenso, antes de hablar:
—¿La niñera está con los niños?
—Sí —respondió Zoe, mordiéndose el labio, adivinando el rumbo de la conversación.
Arthur entrecerró los ojos, con esa sonrisa provocadora que se formaba en una esquina de su boca.
—Entonces, vamos a celebrar en nuestro cuarto. Primero… con un baño de tina.
Zoe rió, acercando los labios a su oído, y contestó con su tono divertido y seductor, tan propio de ella:
—Te quiero dentro de la tina… y dentro de mí. Pero esta vez, tú vas a estar al mando. —Sonrió con picardía, los ojos encendidos de deseo—. Porque en esa silla, Arthur… ya hacías locuras conmigo. Ahora, de pie… quiero ver si puedes superarte.
Rió bajito, mordiéndose el labio, provocándolo con tanta naturalidad que él casi