Poco a poco, Celina comenzó a mejorar. Se quedó ahí, jadeando, tratando de entender lo que sentía, mientras doña Lucía la observaba con ojos atentos. Entonces, sin rodeos, la señora preguntó:
—¿Cuántos meses tienes?
Celina volteó el rostro despacio, bajó la cabeza. La voz salió baja y temblorosa:
—¿Cómo... cómo sabe?
—Mi hija... soy madre de tres. Tengo experiencia de vida. Cuando uno conoce el cuerpo de la mujer, uno sabe.
—Estoy caminando hacia los dos meses —confesó Celina, por fin.
Doña Lucía abrió una sonrisa emocionada.
—¿Y Thor ya sabe?
Celina levantó los ojos, y las lágrimas comenzaron a rodar silenciosas.
—Aún no... no he encontrado el momento correcto para decirle.
—Se va a poner muy feliz —aseguró doña Lucía, apretando con cariño la mano de la joven—. Su sueño siempre fue ser padre.
—¿En serio?
—Mucho. Desde joven, decía que no iba a tardar en tener hijos. Comenzó a salir con Karina a los 18, se casó a los 20. Dos años después ella quedó embarazada. Fue pura fies