La mañana pasó con Thor sumergido en papeles y firmas, mientras Celina organizaba los documentos con una eficiencia casi fría. Por dentro, aún procesaba lo que había sentido al ver a Verónica.
Salieron de la empresa un poco después del horario de almuerzo y pararon en un restaurante cerca del hotel. El almuerzo fue tranquilo, pero Celina se mantuvo callada, introspectiva.
En el camino de vuelta, Thor percibió el silencio.
—Amor, ¿está todo bien?
—Sí está —respondió ella con una sonrisa leve, mirando por la ventana.
Él tomó una de sus manos y la besó, tratando de traer de vuelta el calor de antes.
Cuando llegaron al hotel, él estacionó el auto frente a la entrada.
—Puedes subir. Necesito resolver unas cosas rápidas, y ya vuelvo —dijo, inclinándose para darle un beso.
Celina salió del auto, observándolo alejarse. Algo dentro de ella estaba despertando. Y ya no era solo tristeza.
Era desconfianza.
Celina entró a la suite del hotel, sintiendo el peso del mundo en sus hombros. Dej