Thor trató de explicarse, pero ella levantó la mano, pidiendo silencio.
—Trataste de manipularme en ese almuerzo por celos de Louis. En la suite me hiciste parecer insegura, exagerada... dijiste cosas horribles. Y después de todo eso... saliste de madrugada a buscar otra mujer, volviste como si nada hubiera pasado... y aún dormiste conmigo como si fuéramos una pareja.
El silencio entre los dos era pesado.
—No voy a hacer papel de amante, Thor —dijo ella, con firmeza—. Me respeto. Tengo dignidad.
—¿Y tú? —replicó él, con la voz más áspera—. Estás casada, Celina. No tienes derecho a reclamarme nada.
Ella abrió los ojos como platos, ofendida.
—¡Estoy en proceso de divorcio! —gritó, con la garganta quebrada—. ¡Mi matrimonio se acabó en el momento en que descubrí la traición de César! No te mentí, no escondí nada. Y aun así... ¡soy yo quien parece estar mal todo el tiempo!
Thor se quedó en silencio, el pecho subiendo y bajando con la respiración pesada.
—¿Qué quieres de mí, Thor? —p