Celina caminaba hacia la puerta del escritorio de Thor, su corazón acelerado y los ojos ardiendo de frustración. Aún sentía el sabor amargo del castigo que él le había impuesto con el café. Su paciencia estaba al límite, y todo lo que quería era salir de ahí lo más rápido posible.
—Regresa aquí. ¿Te di autorización para salir? —La voz fría y autoritaria de Thor la hizo congelarse en el lugar.
Cerrando los ojos por un instante, tratando de contener la rabia, Celina giró sobre sus talones y volvió a encararlo. Él se levantó de la silla y caminó hasta el armario, abriendo una de las puertas con impaciencia. Tomó una carpeta pesada, repleta de documentos, y se la entregó sin ceremonia.
—Escanea todo y sube los archivos al respaldo en la nube. Pero quiero que queden almacenados en la carpeta a la que solo tú y yo tenemos acceso —su voz era cortante, sin espacio para objeciones.
Celina no dijo una palabra. Su cansancio emocional le impedía reaccionar. Solo tomó la carpeta y salió de la o