Subimos al avión de regreso a casa y ella se quedó dormida en mis brazos. Yo no aguanté más y caí en los brazos de Morfeo.
Aterrizamos en Buenos Aires, y un taxi nos llevó hasta el hotel. Ambos nos encargamos de revisar el trabajo atrasado que Antonella tenía. Era mucho. Llegó la hora de cerrar y yo supervisé que todo estuviera en orden mientras ella hacía pedidos a los proveedores.
Un poco después, ella se quedó dormida sobre el escritorio. La cargué hasta su habitación y nos acostamos juntos.
Estaba acostado cuando, por alguna razón, recordé mi celular. Me levanté con cuidado para no despertar a Antonella y fui a buscarlo. Estaba debajo del sofá. Me dirigí a la cocina, me preparé un té mientras revisaba el teléfono. Sonó una llamada de la oficina.
—Señor Esposito, es urgente que venga a la empresa. Se trata de un asunto muy grave.
—Ya salgo para allá —respondí—. Busco papel y lápiz para dejarle una nota a mi hermosa, indicándole que algo urgente había sucedido en la empresa.
Me vest