Mientras tanto, Marcia, que miraba la escena repleta de emociones encontradas, dio un paso al frente y tomó al pequeño que lloraba de los brazos de Ismael, quien intentaba sin éxito calmarlo. Ella lo sostuvo con cuidado, meciéndolo mientras lanzaba una mirada interrogante hacia Rhys, quien aún observaba a los demás con atención.
—Papá, sobre este pequeño… no vas a creer quién lo tenía —dijo Marlon, emocionado, mientras desviaba la mirada hacia el niño que Marcia acunaba ahora entre sus brazos—. ¿Te acuerdas de Miriala Estupiñán? Sí, la dueña de esa empresa de cosméticos. El señor Rhys apretó el entrecejo con desagrado. Claro que recordaba a Miriala. Había sido una mujer insistente, persiguiendo a su hijo desde los días en que estudiaban juntos. —¿Qué hay con ella? ¿No me digas que…? —dejó la frase en suspenso, dudando de lo que estaba por escuchar. —¡Sí te digo! —exclamó Ismael, irguiéndose con firmeza antes de continuar—.