Ariel había llegado tras la llamada de su padre, quien, con un tono inusual de urgencia, le pidió que regresara sin Camelia ni los niños. No dudó en obedecer. Al llegar, se encontró con la situación del pequeño Reutilio, la desesperación combinada con la furia de su hermano Marlon, que descargaba su frustración maldiciendo y golpeando a un enemigo invisible, y la incredulidad de todos los demás. Su madre, Aurora, abrazaba entre lágrimas a Marcia, intentando consolarla, aunque ambas parecían igual de destrozadas. Ismael hablaba con el Mayor Sarmiento e intentaba, a grandes rasgos, explicar la situación a la doctora Elizabeth, que mantenía un gesto serio. Fue entonces cuando el señor Rhys, al notar la llegada de Ariel, lo interceptó y lo condujo al despacho.
—Ari, al fin apareció el jovencito que asegura ser hijo de tu hermano —dijo el se&ntild