Ambos hombres permanecieron en silencio, observándose con intensidad, como si con la mirada intentaran descifrar lo que el otro realmente pensaba. Ninguno parecía dispuesto a dar el brazo a torcer, aunque el ambiente no era de enemistad, sino más bien de un pulso emocional difícil de interpretar. Sin apartar la vista de su interlocutor, cada uno dio un trago más a su cerveza.
El capitán Miller se acomodó en su silla, cruzó los brazos y respiró hondo antes de hablar como era su costumbre, con sinceridad.—Ariel, me vas a disculpar, pero no creo que lo estén haciendo bien —dijo Miller al fin, directo.Ariel se apoyó hacia atrás en la silla, claramente intrigado. Entrecerró los ojos y ladeó la cabeza, como si analizara las palabras de Miller.—¿Qué quieres decir? —preguntó con genuino interés.Miller se tom&