Camelia se levantó rauda, como todos los días, y corrió a meterse en el baño, cuando vio aparecer al adormilado Ariel en la puerta. Ella le preguntó:
—¿Qué haces, cariño, levantado tan temprano? Aún no ha salido el sol.—Tengo un montón de cosas que hacer. Debo ver si al fin consigo resolver el problema de Lucrecia y ese bebé que no deja de llorar... —se detiene al notar cómo su esposo la observa y es en ese momento que se da cuenta de que no va a ir a trabajar, y que todo lo que acaba de decir no tiene sentido.Camelia se congela y mira a Ariel con un poco de vergüenza. ¿Qué rayos le pasa? Tiene que desintoxicarse de ese trabajo; es como si fuera una droga para ella.—Disculpa, Ari, es la costumbre —balbucea.—¿Quieres que vayamos a nadar? —pregunta Ariel sin darle importancia—. A esta hora, el agua, c