Camelia salta asustada ante el beso y retrocede con los ojos bien abiertos. Sin embargo, Ariel finge no darse cuenta y sigue hablando como si nada, tratando de ofrecerle esa normalidad que tanto ansía. Ella lo observa quedarse desnudo frente a ella y, por instinto, se abraza como si intentara escapar, pero Ariel se inclina y le roba un beso cuando ella cierra los ojos, aterrorizada.
—Deja eso, Ariel —le pide Camelia, alejándose de nuevo con voz temblorosa; sin embargo, él no la suelta y la mantiene sujeta de las manos, tirando de ella con cariño hasta que poco a poco cede y lo deja atraerla. La vuelve a besar, y esta vez Camelia no se aleja, aunque le dice—. Mejor llama para que vengan a arreglar la habitación. Ayúdame, quiero ir a bañarme. Llena la bañera y échale mucho jabón oloroso, necesito quitar esa terrible peste que no se va de mi nariz.—No puedes, cariño, la docto