325. UN NUEVO AMANECER
Camelia abrió los ojos y se encontró recostada en la enorme cama de una lujosa habitación a la que no había prestado atención antes. Giró la cabeza y, a través de la amplia ventana con las cortinas corridas, observó el mar azul extendiéndose hasta el horizonte. El suave vaivén le recordó que se encontraban en un yate. Ya no tenía fiebre, y el dolor había disminuido considerablemente. Con sumo cuidado, se incorporó, notando que, aunque aún le molestaba, la incomodidad era menor. ¿Cuánto tiempo habría dormido?
Le pareció que mucho. A su mente acudió el último recuerdo de lo que había intentado hacer y buscó a su esposo de inmediato. La mirada de terror de Ariel permanecía clavada en su memoria. ¿Cómo pudo hacerle algo así? En ese preciso momento, la puerta se abrió y por ella entró él con una bandeja repleta de comida. Al verla despierta, la depositó rápidamente en una mesa cercana y avanzó hacia ella con una sonrisa en el rostro.
—Buenos días, amor. ¿Cómo te sientes hoy? —se detuvo ju