Marlon se deja caer pesadamente en el sillón frente a María Graciela, estudiando cada detalle de su rostro ajado. La mujer parece encogerse bajo su escrutinio, pero hay algo en sus ojos, una mezcla de miedo y esperanza, que lo desconcierta. El silencio entre ambos se vuelve espeso, casi tangible.
—Señora María Graciela —habla, controlando su voz por miedo a explotar ante lo que considera una cruel mentira; quizás se trate del hijo de Ariel y ella lo confundió—, explíqueme todo con calma para ver si entiendo eso que acaba de decirme. ¿De qué hijos míos está hablando? ¿No me dijo que venía a hablar de mi hermano Ariel?—De eso se trata, señor —responde ella con mayor firmeza—. La señora Mailén me contrató para que la ayudara a tener el hijo de Ariel; se presentó con sus espermatozoides, pero ya no eran viables y ent