Mailen llama a todos los que cree que pueden ayudarla a resolver el malentendido con su dinero. Ella amaba a su esposo y sería incapaz de hacerle daño. Manuel la escuchaba; cuanto más se defendía, más culpable la veía. En ese momento, la puerta se abre violentamente y unos militares entran, los tiran al suelo y los esposan.
—¡Suéltenme, malditos! —gritaba Mailen mientras era conducida—. ¿Ustedes no saben con quién se han metido? ¡Yo no hice nada, nada!—No, querida, eres tú la que no sabe quiénes somos nosotros —le responde uno con la cara pintada de negro.Manuel, por su parte, se dedica a contar todo sin parar y a echarle la culpa a Mailen. Sin embargo, un guardia cerca le da un fuerte golpe en la cabeza que lo hace caer desmayado.—Hablaba mucho, jefe —dice ante la mirada del guardia.Los autos salen a toda velocidad, abandona