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— ¿Te has vuelto loca? — exclamó Carol al verla llegar a la cafetería con un sencillo jersey de lana y unos vaqueros. Afuera, el viento soplaba con fuerza y los termómetros se negaban a subir más allá de los ocho grados.
May se encogió de hombros, sin darle respuesta. Por un lado, no sabía qué decir y por otro, prefería mantener la boca cerrada para que no le castañearan los dientes.
— May, hablo en serio, te morirás de frío — insistió Carol, en cuanto May se ubicó a su lado, recogida como una ostra.
— Pídeme un café — susurró, aflojando un poco la mand&i