SETENTA Y CINCO

...

William no había pensado en la esposa de Aaron, ni en sus colegas de la oficina ni en absolutamente nadie además de él mismo cuando llegó a fiscalía de Matanza y se enteró de que ellos también habían declarado.

Entonces, se le cerró la garganta y durante unos segundos no supo que decir. Se sentía como un estúpido. Era evidente que habían sido citados a declarar. Todo aquel que tuviera algún vínculo con Aaron había sido citado a declarar. Sin embargo, a él le había preocupado su propia declaración y, ahora que también lo sabía, la de May.

Que idiota podía ser el ser humano cuando estaba asustado.

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