DIECIOCHO

...

Lesta regresó borracho como una cuba. Eran cerca de las seis de la tarde cuando aporreó la puerta del apartamento, en lugar de presionar el timbre, y se presentó ante May con una sonrisa temblorosa, en parte provocada por el estado etílico que lo invadía.

Al ingresar, sus pies se enredaron con el inexistente obstáculo en el pasillo y trastabilló un momento antes de caer, en precarias condiciones, sobre el sofá. May lo ayudó a acomodarse más o menos decente, aceptando con resignación cuando él la retuvo del brazo y la arrastró de vuelta al sofá, casi obligándola a echarse sobre él. Con dificultades, logró apartarlo y sentarse sobre la mesa de té.

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