Megan
Ni siquiera sé cómo sentirme, mis piernas duelen deben de ser las heridas. Siento como si me hubiese arrollado un auto. Tomo una gran bocanada de aire y me arrepiento un poco de lo que le he dicho a Ezequiel, pero… por otro lado me lo pregunté muchísimo durante ese tiempo.
¿Dónde estaban cuando los necesitaba?, ese hombre no me deja ni de día ni de noche y justo en ese momento… él podía haber acabado con ese intruso de manera rápida, si tan solo hubiese estado ahí.
La enfermera se adentra a la habitación acompañada de Leo quien me saluda. Hace revisiones, miro algunas partes de mi cuerpo algo amoratadas, pero en general son las heridas de los muslos lo que me aqueja.
—Le daré el medicamento, después de que coma vamos a tomar una ducha para evaluar el avance de cicatrización —asiento y la mujer se va dejando a Leo parado en la puerta.
—Lo siento —dice y yo me quedo mirándole, se le ve muy culpable—. Generalmente cuando entramos al territorio, me siento un poco más tranquilo,