Megan
—¿Qué? —dice con un hilo de voz.
—¿Tampoco eso entiendes? —escupe Leo con mala gana
—Basta —digo y se silencia de inmediato—. Leo ha estado conmigo desde siempre, desde que salí de mi casa, él solo ha cuidado de mi y de este bebé… y de su pareja.
Miro a Brenda que tiene un puchero, luego se acerca hasta donde estoy y masajea mis hombros como cada tarde.
—La gente de la que te rodeaste, nosotros… no somos unos traidores —digo con mayor seguridad —. Leo es mi mejor amigo, mi acompañante fiel y a la persona que le debo mi bienestar, porque en el momento en que tu decidiste traicionar este amor… el amor que te tengo… que te tenía…
—Megan —dice y yo niego—. Perdóname, yo nunca quise… hacerte daño y menos…
—Si, si lo quisiste hacer, te veías bastante relajado en esa fotografía —él niega y busca a su alrededor un par de papeles que yacen en el suelo esparcidos.
—Esta es la prueba, me drogaron Megan, clonaron mi sistema de información —dice desesperado—. Fue una fortuna que hayas sa