Astrea respiró profundamente y de manera lenta trató de zafarse del enredo de piernas en el que estaba envuelta. No quería despertar a Kael, por alguna razón muy extraña, quería al menos unos minutos consigo misma. Lo intentó hasta que pudo alejarse un poco del gran cuerpo. Buscó rápidamente algo que ponerse encima y decidió echar observar la maravilla de la naturaleza detrás a través de la catarata.
Estaba tan absorta que no sintió cuando Kael se levantó.
—Buenos días —le saludó con voz pastosa, tomándola por la cintura desde atrás.
Ella solo sonrió, y se giró para poner los brazos alrededor de su cuello de su compañero. Pensaba decir algo, pero en ese momento su estómago rugió con fuerza. Su mirada se cruzó por especie de unos segundos y pudo observar como los ojos de Kael se volvieron tormentosos.
—¿Qué pasa? —Astrea quiso calmarlo.
—No puedo creer que haya pasado por alto alimentarte… —respondió con furia contenida.
—¿Con todo lo que viví ayer crees que estaba pensando en comi