Mi eterno amor.

El importante agente de la interpol, tenía demasiados medios para investigar los antecedentes de la chica, pero esta vez no había querido ser invasivo, había preferido preguntarle directamente a ella.

Monserrat palideció apenas escuchó las palabras del ruso. Entonces ella había mencionado a su esposo, ni siquiera inconsciente se le podía salir del pensamiento, ese egipcio la había jodido hasta la médula de los huesos. La había enamorado perdidamente para después pedirle matrimonio, y después traicionarla de la peor manera.

— No quisiera hablar de él, realmente no vale la pena mencionarlo. — En la mirada de la ojiazul apareció un dejo de tristeza que el ruso pudo notar, él era experto en leer a las personas, esa habilidad era parte fundamental de su trabajo.

— Está bien, no voy a presionarte, iré a pedir tu alta, y te advierto desde ahora, vendrás conmigo a mi casa hasta que salgas del país sana y salva, me preocupa que apenas pises la acera te encuentres con otro traficante, entonces nadie podrá salvarte de esa cruel vida.

— ¡No, espera, sigues siendo un extraño para mí!

— Linda, cuando te desmayaste en mis brazos pude no haberte traído al hospital y llevarte a vender yo mismo y a muy buen precio con alguno de esos despreciables gusanos que sé que trabajan en el mercado de personas.

— Si, pero... ¿Y si eres un enfermo pervertido? — Monse lo miraba fijamente.

— ¿Es en serio que estás esperando a que te responda? Debería decirte simplemente que no lo soy para que me creas, es increíble lo ingenua que eres, mujer, si en verdad lo fuera lo negaría de todas las formas posibles, así que solo diré que no soy un santo.

— ¿Lo admites? Qué eres...

— Yo nunca dije eso, ahh, ya me hiciste doler la cabeza, cuando estás despierta puedes llegar a ser muy molesta, mejor espera aquí, ya regreso. — El agente salió de la habitación masajeandose la sien. Él era un hombre con muy poca paciencia, y esa bella extranjera que lo llamó pervertido, ya se la había acabado.

En un momento una enfermera vino y le quitó la intravenosa a la ojiazul, ella siseó de dolor, no estaba acostumbrada a tener alguna emergencia médica, ella levantó la mirada y se encontró con los fríos ojos azul claro del ruso.

— Duele. — Monse hizo un puchero lindo.

El agente dejó escapar el aire pesadamente, la castaña se comportaba como una niña en este momento, pero de pronto se mostraba como un puercoespín que se defendía enfadado.

— Fue solo un momento, ya pasó, ¿Necesitas que te ayude a vestirte?

La pregunta se escuchó como si fuera lo más natural del mundo. Solo que para Monse no lo era.

— ¡Olvídalo, no vas a ayudarme a vestirme, no vas a verme desnuda!

— Hmm... Tienes una bata de hospital puesta, ¿Es correcto?

— Si, la tengo, ¿Qué con eso? — La ojiazul no entendía lo que el ruso quería decirle.

— Buenos pues... La bata no se iba a poner sola en tu cuerpo, ¿No es así? No tiene vida propia, así que... Puede que haya dicho que soy tu esposo, y que te haya desvestido para ponerte cómoda.

Los bellos ojos de la ex reina de abrieron a tope, ese ruso aprovechado la había desvestido él mismo, ahora sí que se había tomado demasiadas atribuciones.

— ¿Me estás jodiendo? ¡¿Cómo puedes estar tan tranquilo diciéndome que me viste desnuda?! ¡Yo que pensé que eras un caballero, pero tú! — Monse señalaba al hombre, estaba muy enfadada.

— Ahí está el puercoespín enfadado de nuevo. No lo pienses demasiado, solo actúe profesionalmente, no eres la primera mujer que veo sin ropa, aunque para ser franco... No tienes nada de que avergonzarte, tu cuerpo es bastante decente.

— ¡Por todos los cielos! ¿Qué estás tratando de decir? No soy lo suficientemente bella a tus ojos, ¿Eh? Disculpa por no estar al nivel de tus altos estandares de belleza, ruso exigente, mi cuerpo es perfecto, y para que lo sepas estoy satisfecha con él.

El hombre ruso permaneció imperturbable, quiso minimizar el daño, pero parecía que lo había aumentado aún más.

— Si no necesitas mi ayuda, entonces esperaré afuera.

(...)

Mientras tanto en Egipto, el jeque había conseguido las cámaras de seguridad del aeropuerto, le habían enviado las grabaciones a su celular, fue entonces que después de buscar y buscar, la vió.

Su esposa llegaba vestida en un ligero vestido de diseñador, alpargatas, y su cabello atado a una coleta, parecía estarse limpiando las lágrimas cuando llegó al módulo a comprar los boletos de avión, ella compró al menos cinco, era evidente que no quería que supiera para dónde se iría.

— Monserrat, lo siento, no soy culpable, pero tú estás sufriendo porque piensas que te traicioné, voy a encontrarte, y cuando lo haga no voy a rendirme hasta que creas en mi inocencia, entonces volverás a mis brazos, mi *"Eterno Amor"*

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