El ruso ha sido abandonado.
El Jeque no era el tipo de hombre que se pudiera intimidar a la primera, ese ruso no tenía idea de con quién se estaba queriendo enfrentar.
Esa noche ninguno de los esposos pudo probar bocado, tampoco concilió el sueño, ambos pensaban en el otro, se extrañaban, se anhelaban, y se necesitaban como al mismo aire para respirar.
Por la madrugada el apuesto árabe escuchó llorar al pequeño heredero de su amigo. Sin pensarlo mucho se apresuró a ir a su habitación que quedaba cerca de la suya. El hombre lo tomó en sus brazos para calmarlo.
— ¿Qué pasa pequeño Rafael? Estás llorando como si te estuvieran jalando los cabellos, ¿Quieres una mamila? Veo que por aquí están los biberones. Veamos... aquí dice ocho de leche en polvo y ocho de agua.
El Jeque se las arregló para prepararle un tetero, después se lo dió, más se dió cuenta de que el bebé le había mojado la fina pijama. Rafaelito tenía frío y lo orinó.
— Oh, vamos bebé regordeto, vine aquí a darte una mano y tú me orinas encim