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El engaño del Jeque cruel.

El Jeque no daba crédito a lo que estaban diciendo, buscó entre las ropas de su esposa y encontró el armario con prendas tiradas por doquier, ella había buscado prendas al azar para llevarlas en una maleta. Se notaba que había salido apurada.

El apuesto hombre de piel canela buscó en el cajón donde sabía que ella había guardado sus documentos, pero no los encontró, estaba volviéndose loco, no estaba ni su pasaporte ni su visa, ni ninguna de sus identificaciones.

Se pasó las manos por el cabello intentando negar que lo hubiese visto, pero solamente hacia falta tener un poco de sentido común para darse cuenta de que había presenciado la asquerosa escena entre él y Nathalya.

— ¡¿Hace cuánto salió?! ¡Busquenla de inmediato, no debe de estar muy lejos, que mi esposa no salga del país, que no salga! — Gritó furioso como una bestia rabiosa, Monserrat era la luz de su vida.

La había conquistado con paciencia y con detalles, durante su noviazgo, esto no le podía estar pasando. Le había dado la boda más lujosa y elegante a su mujer, no escatimó en ninguno de los gustos de la bella ex reina de belleza de ojos azules ahumados, todo porque la amaba, pero ahora la estaba perdiendo, ¿Es que como podía evitarle este dolor de pensar que él la había traicionado premeditadamente?

(...)

Mientras tanto Monserrat llegaba al aeropuerto, ella compró cinco vuelos diferentes a distintos países con su tarjeta de crédito, la bella mexicana que había sido reina de belleza, estaba dispuesta a no dejarse encontrar por su marido.

— Señorita, ¿Está segura de que quiere hacer esta compra? Los vuelos son costosos...

— Estoy segura, ¿Cuáles son los que están por abordar?

— Bueno... El vuelo que lleva a Rusia, el que lleva a Hawai, y el que lleva a Japón. Solo es cuestión de ir al área de vuelos internacionales y puede abordar el que desee.

— Bien, gracias, entonces iré allá.

Monserrat cargaba su pequeña maleta hacia donde le habían indicado, su belleza llamaba la atención de los viajantes, pero ella llevaba el corazón destrozado, ni siquiera ponía atención a nada, era como un zombi al que le habían arrancado el corazón del pecho aún latiendo.

Una vez en la sala, tenía varias puertas frente a ella, no quiso recurrir a su familia, sabía que ese sería el primer lugar en el que Alejandro la buscaría, y lo que menos quería era verlo y escuchar sus mentiras, esas lindas mentiras con las que la conquistó, y que ahora solo eran palabras que se llevaba el viento.

Por el altavoz pudo escuchar que se estaba anunciando en inglés el vuelo hacia la helada Rusia, la ojiazul no lo pensó más y decidió hacer fila para ese vuelo, ella se iría lo más lejos que pudiera para no ser alcanzada por ese amor que le dolía hasta cuando respiraba.

— Señorita, me muestra su pasaporte y visa si es tan amable, también su boleto de abordar.

— Si, aquí tiene. — Monse entregó los documentos, la azafata le echó un vistazo, era imposible no notar sus ojos hinchados, pero aún así la ex reina de belleza decidió aguantarse la pena.

— Todo está bien, siga adelante, ocupe el número que viene en su boleto, que tengas buen viaje.

Monse pudo sentir la empatía de la chica, eso solo hacia que se sintiera más mal, ella podía despertar empatía y cariño de muchos, incluso su suegro la apreciaba, o al menos eso parecía, pero su esposo no la amaba, en él no había despertado ese amor que ella pensó que era único y eterno, incluso muchos de sus allegados la llamaban el amor eterno del Jeque cruel.

Poco después ya estaban despegando, ya en el aire ella se asomó por la ventanilla, Egipto sin duda era hermoso, sus luces su magia, toda la historia que había acumulado y que a ella le encantaba, solía caminar por el desierto de la mano de Alejandro mientras él le enseñaba sobre su cultura pacientemente. Y ahora se veía obligada a abandonarlo.

— Adiós mi bellos Egipto, quizás algún día vuelva a pisar tus dunas, y a visitar tus pirámides, aunque creo que no será pronto.

Dos lágrimas cristalinas bajaron por las mejillas de la mujer traicionada, quería poder olvidarse de todo, dormir y que almdespertar se tratara solo de una pesadilla, pero eso no era más que tratar de negar la realidad, cerró los ojos agotada emocionalmente, y al fin pudo caer en un sueño que la protegería por unas horas del infierno que estaba viviendo.

(...)

En la lujosa mansión del Jeque, él era avisado que su esposa se había dirigido al aeropuerto, su eficiente seguridad había dado con el taxista y lo había interrogado.

— Su alteza, su esposa fue llevada al aeropuerto. Ella llevaba una maleta en la mano, el taxista dijo que lloraba sin parar, como si algo muy terrible le hubiera pasado.

El hombre sentía el pecho oprimido, solo de pensar en el dolor que le había causado a su reina, ella era su dueña, dueña de sus riquezas, y su mundo.

— ¿Sigue ahí? ¿Dime qué mi esposa sigue en el país? ! Habla, carajo! — El Jeque era preso de la desesperación. Una desesperación que jamás había sentido antes, pero que ahora mismo se apoderaba de toda su existencia.

— No, la señora Ali ya salió de Egipto, lo siento su alteza, no llegamos a tiempo. — Informaba el jefe de seguridad.

Los nudillos de las manos del Jeque se pusieron blancos por apretar el celular, ya no tenía dudas, ella lo había visto hacer esas cosas con la serpiente de Nhatalya. El grito desgarrador que se escuchó llenó de miedo al personal de servicio, y demás guardias.

— ¡¿A dónde se fue?! ¡Investigalo ya mismo, y cuando lo averigües quiero que mi avión privado esté listo para salir a ese lugar! ¡Iré hasta el fin del mundo si es necesario para recuperar a mi esposa!

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